"Si armamos una tabla del uno al diez, partiendo de la extrema izquierda a la extrema derecha, el PSOE de Pedro se ubica en el cuatro. Somos centroizquierda", afirma a LPO uno de los hombre de mayor confianza del presidente de España. Y explica que sus aliados de Podemos "según el tema, se ubican en el dos y el tres".
"Los españoles en su mayorÃa son de centro, pero el número cinco esta siempre vacante, te ubicas al lado y desde ahà acordás con las otras fuerzas. Para los españoles el que logra acuerdos es el centro", agrega la fuente, que reflexiona en la tranquilidad que brindas los edificios rodeados de jardines del gobierno español.
La experiencia de Sánchez es de enorme interés en una Europa asediada por el Brexit y populismos de distinto signo, que hoy tiene en el italiano Matteo Salvini su desafÃo más rutilante. Italia es la cuarta economÃa del bloque y una desestabilización severa de su economÃa podrÃa generar un cataclismo que harÃa parecer a la pasada crisis Griega un incidente menor.
"España no es Italia", es el mantra que repite el entorno de Sánchez para diferenciarse del populista de derecha que se ha convertido en la fuerza polÃtica más poderosa de la penÃnsula. Lo curioso es que tanto el gobierno de Salvini como el de Sánchez son en alguna medida hijos del cansancio que han generado las polÃticas de austeridad que impone Bruselas.
Y ambos acaban de presentar sus prepuestos para el año que viene, lo que permite una primera aproximación práctica, al tipo de paÃs que imaginan.
España: el socialista Sánchez y Podemos acuerdan una baja en las facturas de electricidad
Volcánico, Salvini propuso una expansión del gasto que lleva el déficit al 2,4%, frente al 0,1% que habÃa habilitado Bruselas. Italia tiene una deuda que supera largamente su PBI y hace varios gobiernos que viene eludiendo el reclamo de la Comisión Europea para que la baje a una zona más manejable del 60% del producto. El desafÃo de Salvini no tiene precedentes en Europa y según los tecnócratas de Bruselas pone en riesgo el Pacto de Crecimiento y Estabilidad que rige la macroeconomÃa del bloque hace décadas.
En España, Sánchez ensaya una vÃa más moderada. Busca crear una socialdemocracia 2.0, con Podemos como aliado clave. Por ahora. En la Moncloa afirman que el experimento de este socialista que se encaramó en el poder sin ser electo, luego de derribar a Mariano Rajoy en el Congreso, esta consolidando un nivel de adhesión inesperado. "Nosotros vamos por la mayorÃa propia, luego de la elección veremos si hay que formar alianzas", advierten cerca del presidente, que aspira a permanecer en el cargo hasta las elecciones del 2020.
"Cada dÃa que permanecemos en el gobierno, es un dÃa que nos fortalecemos y se debilita la oposición", explican. Es que Sánchez necesita tiempo para demostrar que es posible reeditar la promesa de prosperidad democrática y progresista que encarnó en su época Felipe González.
Los prepuestos que acordó con el lÃder de Podemos, Pablo Iglesias, plantean una suba del salario mÃnimo a 900 euros, un lÃmite a los aumentos de las tarifas de electricidad -un problema gravÃsimo en España- y otras medidas de contenido social.
La derecha saltó enardecida y vaticinó la debacle del paÃs y un regreso de la recesión que golpeó por años a España y le hizo perder desde el 2008 unos 10 puntos del producto, que recién ahora se han recuperado. Pablo Casado, el nuevo lÃder del Partido Popular, incluso acudió a Bruselas para pedirle que no convaliden el presupuesto. Una jugada muy polémica que le valió la previsible etiqueta de "desleal" con España.
Pero bien mirado, lo que llama la atención del Presupuesto PSOE-Podemos no es su desenfreno fiscal, sino más bien lo contrario. El proyecto plantea un ajuste de los gastos estructurales del 0,4% contra un 0,65% que exigÃa la Comisión Europea. Y ese es todo el desvÃo.
De manera que lo mas alucinante en términos polÃticos que está sucediendo en España es la conversión de Podemos. De partido anti sistema nacido de la frustración de los Indignados, la fuerza de Iglesias se reconvierte a una velocidad impensada en una fuerza ubicada apenas unos pasitos a la izquierda del PSOE, asume el libre mercado, asume la tutela macroeconómica de la Unión Europea y hasta funciona -avalado o no- como un interlocutor con los sectores más duros del independentismo catalán y vasco, a los que pide prudencia y colaboración con el nuevo gobierno.
Podemos ya superó el debate clásico de la izquierda testimonial y definió que es un partido de poder. En las elecciones pasadas integró de manera periférica coaliciones que lograron hacerse con los gobiernos de Madrid y Barcelona. Se mojó la punta del pie y vio que no pasaba nada grave. El siguiente paso fue sumar sus votos en el Congreso para que Sánchez sea presidente. El tercero la definición de un presupuesto que se destaca por su moderación, al punto que Podemos ya sufre rupturas por izquierda de dirigentes que rechazan su giro "ultraliberal".
Como sea, Sánchez los necesita para gobernar, mientras consolida su liderazgo y se entretiene con la división de la derecha fragmentada en tres expresiones: Ciudadanos, el Partido Popular y la flamante ultraderecha de Vox. "En nuestro gobierno los salarios y las pensiones suben, eso es un cambio importante", señalan en La Moncloa y agregan un dato interesante "según nuestras encuestas la gente, incluso los votantes del Partido Popular, respaldan la suba del salario mÃnimo a 900 euros y lo creen razonable y posible".
Aupado en lo que considera es un buen momento de su administración, el lÃder del PSOE ahora juega la carta europea. "Con Italia y el Reino Unido en contra del proyecto europeo, pasamos a ser un actor central en la defensa del bloque junto a Alemania y Francia", explican en La Moncloa. Por eso, aventuran que las advertencias por el desvÃo fiscal, no pasarán a mayores.
Resulta entonces atrapante ver como Sánchez intenta reconstruir el espacio de la socialdemocracia, entre el extremo centro de Macron y la utopÃa de una Europa más solidaria que expresó Iglesias en un reciente artÃculo firmado junto al francés Jean-Luc Mélechon, la portuguesa Catarina Martins y el danés Soren Sondergaard.
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Es aún peor porque no llego con votos a dónde está.
Solo lo salva la imagen del el rey, que Italia no tiene.
Fidanza estás leyendo solo El País.
Saludos